Era un martes por la mañana.
El sol pegaba en mi cara,
también en mí café de diez pesos.
Un cantidad de gente hablando en grupos:
atrás, unas chicas intercambiaban pareceres
en ingles, con una tonada un poco exagerada;
por ahí cerca, otros tantos decían no se que
sobre la micro-historia;
mis vecinos de mesa, se quejaban por el calor
a tal altura del año.
Una chica, en mis cercanías, hacía gestos ampulosos
mirando al celular.
Yo solo quería enumerar cosas en mi cabeza,
cosas que tengo que hacer, y otras que no.
¡que noble tarea!
Que rutina de ejercicios podría hacer por la tarde,
los cinco mejores delanteros de la selección,
la cantidad de libros que voy leyendo,
cosas así.
También me gustan los videos de youtube que entran en esa lógica.
Los diez peores juegos de pelea de la historia,
cinco ejercicios que pueden cambiar tu vida
(cuanta mentira, mirá si un ejercicio va a cambiar mi vida),
los mejores goles de Messi pensando en su abuela muerta,
cosas así.
Una abeja, en realidad tres abejas
rondaban mi humanidad,
una se posaba en mi labio, un poco robusto,
las otras dos se llevaban la atención de mis pupilas
preocupadas por encontrar el momento justo para que mis manos
le metan un chirlo.
No se podía llevar a cabo esa tan noble tarea.
Mas tarde, una charla distendida.
Después, una ayuda recibida.
Se va la mañana.
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