Un café rico es difícil de conseguir por aquí,
no es que no lo vendan, se donde conseguirlo,
la cosa es el precio.
Pero lo vale, creo yo.
El tema es el fetichismo por la mercancía
que me lleva a mirar la taza vacía.
¡Me encanta mirar la taza vacía!
La espumita altamente viscosa de color oro,
que queda en las paredes, me invita ver formas.
Porque, lo confieso, veo formas en todos lados:
en la puerta del baño he visto un león,
a veces un samurái y otras a Darth Vader;
en la pared del patio, manchada por los huevazos de los vecinos,
un jugador de fútbol (como en la cajita de Camel).
Pienso que tengo un problema,
porque ahora que escucho Motorhead,
lo veo a Lemmy cantando entre las lineas de la madera de la mesa.
Pero eso, es harina de otro costal.
Todas las noches, mientras leo en mi cama,
me acompaña Clubber Lang
que se dibuja con las cenizas viejas de un cigarro.
Mucha gente me ha dicho:
"Diego cambiá la sábana".
Pero no puedo,
el está ahí con sus guantes,
dando forma a un guardia desafiante para mi persona.
¡No me puedo hacer para atrás!
¡No voy a ceder ante ese toro rabioso!
No hay comentarios:
Publicar un comentario