Mi abuelo
allá por el primer lustro de los 90´s
todas las noches agarraba unos cuadernos
forrados con algún papel liso
y se ponía a escribir.
No se bien que,
tengo algún recuerdo
de haber leído una transcripción
de una definición de una palabra.
Se dormía mínimo a las dos de la mañana
y solía despertar a las 11.
Tenía algunas mañas
como sacarle las semillas a las bananas
usar siempre la misma taza
tomar mate cocido con galletitas picadas
escuchar chamamé con baja fidelidad
siempre se sentaba en el mismo lugar de la mesa
de hecho, a más de veinte años de que no está
nadie ocupa ese lugar.
Hoy por hoy
cada vez que veo un cuaderno
y una lapicera
me vienen unas ganas tremendas
de ponerme a escribir
lo que sea
un resumen
una historia
un par de ideas sueltas
hasta algún que otro dibujito
Es una especie de vacío que nunca se va a cerrar
(no es un vacío horrible,
es un vacío interesante
saturado de ganas
difíciles de canalizar)
a veces, se me vienen palabras a la cabeza
me gusta darles forma de poesía
para limitar la ansiedad que genera tal vacío.
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